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dc.contributor.authorGarcía Hoz, Víctor
dc.date1962-07
dc.date.accessioned2019-08-09T07:27:18Z
dc.date.available2019-08-09T07:27:18Z
dc.identifier.issn0034-9461
dc.identifier.urihttps://reunir.unir.net/handle/123456789/8844
dc.description.abstractPara situar en sus justos términos la influencia educativa del ambiente, conviene recordar alguna de las ideas que sirven para determinar el concepto mismo de educación, especialmente la idea de intencionalidad. Si se considera que la intencionalidad es un elemento constitutivo de la educación, resultará que no toda acción del medio es educativo, sino solamente aquella en la cual se puede descubrir una intención de influir en el hombre. De aquí pudiera inferirse, prematuramente, que la educación sólo se realiza dentro de la escuela o de la familia. El influjo del ambiente quedaría fuera del dominio educativo. Pero conviene no precipitarse; es verdad que el influjo del ambiente se puede considerar educativo sólo en la medida en que responde a una intención de influir sobre la, persona humana. Con esta conclusión quedan descartados de la educación la multitud de factores que de un modo inconsciente intervienen en el proceso educativo del hombre. Pero estos factores pueden ser utilizados intencionalmente para influir de un modo u otro en la personalidad humana; y «cuando estos factores son conjugados por una voluntad y dirigidos por una actividad consciente, entonces se convierten en factores educativos». Resulta muy difícil la diferenciación entre los factores evolutivos y los factores educativos del ambiente. De una parte, se puede considerar que muchos hechos sociales no responden a una voluntad; mas, por otra, resulta difícil decir que se hallen ajenos en absoluto a cualquier tipo de voluntariedad. Si tomamos como ejemplo la influencia que una película puede ejercer en un joven espectador, podemos pensar que ni el productor ni los actores ni el distribuidor de la película tienen preocupación por la educación de los presuntos espectadores, y, por consiguiente, nos encontramos frente a un fenómeno puramente evolutivo. Pero nada impide considerar que en el hecho de que un joven determinado asista o no asista a la proyección de tal película puede intervenir la voluntad de sus padres o su propio deseo no sólo de divertirse, sino de aprender algo. En este segundo caso, ¿puede descartarse la voluntariedad de un modo absoluto? Ante la posibilidad que se acaba de apuntar, es decir, la posibilidad de que cualquier elemento del ambiente pueda ser utilizado como estímulo educativo, resulta legítimo que la Pedagogía se ocupe de la influencia de todos los factores del ambiente en la evolución del hombre. Todos ellos son, potencialmente al menos, elementos educativos. Con las explicaciones anteriores queda suficientemente legitimada la inclusión de la educación ambiental en el campo de la Pedagogía.es_ES
dc.language.isospaes_ES
dc.publisherRevista Española de Pedagogíaes_ES
dc.relation.ispartofseries;vol. 20, nº 79-80
dc.relation.urihttps://revistadepedagogia.org/xx/no-79-80/ambiente-raza-y-nacion-en-el-proceso-educativo/101400056024/es_ES
dc.rightsopenAccesses_ES
dc.subjectproceso educativoes_ES
dc.subjectambientees_ES
dc.subjectrazaes_ES
dc.subjectnaciónes_ES
dc.subjectRevista Española de Pedagogíaes_ES
dc.titleAmbiente, raza y nación en el proceso educativoes_ES
dc.typearticlees_ES
reunir.tag~REPes_ES


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