Pensamiento visible en el aula de física y química: concepto de densidad

Abstract

La relación de dos magnitudes fundamentales, susceptibles de ser medidas directamente, como son, por una parte, la masa y, por otra parte, la longitud para cada una de las dimensiones del espacio proporciona el concepto de densidad. Desde una perspectiva platónica, la intuición directa de la idea resulta intrincada cuando el objeto de medida es una magnitud derivada. Basándonos en la corriente aristotélica, los datos empíricos sustentan cualquier idea universal, facilitando la comprensión de la idea abstracta. La rama de la Didáctica dedicada a las Ciencias Experimentales persigue continuamente nuevas estrategias que visibilicen la abstracción del pensamiento, haciendo tangibles las relaciones entre medidas palpables. En la segunda mitad del pasado siglo, irrumpe en la escena educativa la corriente del pensamiento visible, fundada por el filósofo Nelson Goodman (1967) de la mano de otra eminencia en el mundo de la Educación, Howard Garner, y materializada en el denominado Project Zero (PZ, https://pz.harvard.edu). La intención de este proyecto es examinar la naturaleza de los potenciales intelectuales (el pensamiento, la inteligencia, la creatividad, la ética y el aprendizaje) en su contexto y diseñar prácticas que los fomenten. PZ promueve la investigación sobre la complejidad de los potenciales humanos y explora formas sostenibles de apoyarlos en contextos culturales múltiples y diversos. Originariamente, los procesos y sistemas educativos del proyecto se basan en las Artes y las Humanidades, comprometidos en la fusión de la teoría y la práctica. El trabajo de Tishman & Palmer (2005) establece que visibilizar la abstracción consiste en cualquier tipo de representación observable, que sirva para documentar y apoyar el desarrollo, tanto de ideas, como de razones, así como de reflexiones, en contextos individuales y grupales. Morales & Uribe (2015) reflexionan en su investigación sobre la importancia de comprender que la evaluación para el aprendizaje debe orientar tanto al estudiante como al docente a hacer visible su pensamiento, mejorando sus comprensiones, tomado en consideración el punto de vista del alumno y fomentando procesos de retroalimentación que refuercen el aprendizaje. Investigadores educativos, como David Perkins y Ron Ritchhart, proponen rutinas de pensamiento que permitan visualizarlo, como veremos más adelante, en el apartado de las ocho fuerzas culturales. Interesa centrarse en la figura de Perkins, quien ostenta un doctorado en Matemática e Inteligencia Artificial por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), por ofrecernos profundas reflexiones sobre la necesidad de exponer a los alumnos a situaciones novedosas que les obliguen a habituarse a la fluidez en la que la sociedad se ve inmersa (Swartz & Perkins, 2016). La sociedad del conocimiento tampoco es ajena a la transformación. Se ha mutado de la definición de “el conocimiento como algo objetivo, estable, producido por expertos y que se puede transmitir” (Gros, 2015, p.59), a reconocer su dinamismo, subjetividad y, fundamentalmente, su construcción colaborativa. Los centros educativos están mutando de ser nichos de transmisión de conocimientos, a lugares de producción conjunta de saberes. El paradigma constructivista es la pieza fundamental para esta trasformación, que se centra en el alumno como agente de su propio aprendizaje, interaccionando con su entorno, partiendo de sus motivaciones, potenciando el trabajo colaborativo y su autonomía (Bermejo, 2011, p.188). Para lograr la transformación, urge la necesidad de continuar innovando en el aula, mediante metodologías que permitan construir el aprendizaje de manera cooperativa (Johnson & Johnson, 2014), el aprendizaje basado en proyectos (Ramírez, 2015), el aprendizaje basado en el juego o los procesos de gamificación educativa (Marín-Díaz, 2018).